Esta última semana hemos estado aquí, en mi ciudad
de residencia, Cáceres, a caballo entre Extremadura y Andalucía, se han
celebrado, como consta en los carteles oficiales, las Ferias de San Fernando,
del 20 al 29 de mayo; ¿cabe mayor incongruencia que siendo la onomástica del
santo regocijado el 30 de ese mismo mes quede fuera del programa oficial de
actos? “cosas veredes”, y yo las creyeres.
Parece ser que es costumbre antañona que por las
ferias de la capital cacereña surjan dimes y diretes populares que hacen
enriquecer el fragor de la disputa en aquello que está al uso.
Así leo que allá por 1911 con motivo de las ferias
de aquel año, se organizó un partido de lo que entonces se llamaba balompié, y
estando reciente alguna trifulca bélica entre nuestra nación y el origen de
aquello que consistía en veintidós hombres vestido de usanza rara persiguiendo
una pelota, se armó el suficiente alboroto como para que un periodista de la
época publicara aquello de: “suprimamos estos festejos..., esos concursos de
deporte, en que pretenden lucir sus físicos encanijados los señoritos inútiles
de la localidad». Hasta aquí la parte histórica.
Este año la polémica ha estado en que si “feria de
día sí” o “feria en el ferial”. La diferencia estriba en que en la primera los
beneficiados son los hosteleros de la zona urbana, mientras en la segunda los
que hacen el “agosto” son los conocidos como “feriantes”, aquellos que montan
las casetas en el real de la feria.
No habría llegado la sangre al río, si el
Excelentísimo Ayuntamiento no hubiera entrado a querer administrar cómo se
divierte el personal y cómo se lo montan los interesados; pero el asunto se ha
calentado cuando tirando de normativa se ha prohibido poner barras para
suministro de “bebercio y comercio” en las calles, e incluso la colocación de
farolillos y banderitas en las vías para adaptarla al momento festivo. Al final,
lo de la prohibición siempre termina generando más adictos, sino que se lo
pregunten a aquellos que le impusieron la Ley Seca. ¡Qué manía de prohibir
tiene el personal!
Al principio ponía que habíamos estado a caballo
entre Extremadura y Andalucía y la cosa venía por este mismo asunto de la
feria. Eso de los farolillos, los trajes de cortos, los caballistas, ellas vestidas
de faralaes…, no parece que a mí me guste mucho, eso sí cada cual que haga lo
que quiera, luego queremos reivindicar nuestro folklore y nuestras tradiciones
y no sabemos cómo hacerlo. Yo reconozco que ellas vestida de montermoseña, y
ellos de campuzo, con capa incluida, como que no; pero aún recuerdo cuando en
alguna caseta del real con nombre de jota cacereña (El Redoble) se podía
escuchar mínimamente parte de nuestro folklore y el de otras Comunidades, que
se adornaba con característica peculiar extremeña y que era un referente a la
hora comerse un cocido o una migas extremeñas. Añoranzas de antaño. No parece
que la cuestión en estos momentos vaya por ahí.
Hay que reconocer que ellas con sus faldas
adornadas con los faralaes, que por cierto son unos adornos que las gitanas
hace algún tiempo añadían a sus vestidos de diario en los días de ferias para
ir más engalanadas y que luego se popularizó, montadas a la grupa y ellos de
corto, tiene pedigree.
En fin, que al final me he enrollado con lo de la
feria de mi ciudad y no he dicho nada de lo de un cedro que quitaron hace
algunos meses para hacer una boca para un aparcamiento y lo trasplantaron a
otro sitio y hoy lo estamos enterrando. D.E.P.
Y si de descansar en paz hablamos, vergüenza nos
debería a todos, unos por no solucionar el asunto y otros por permitirlo,
consentir que el Mediterráneo se esté convirtiendo en un cementerio submarino a
consta de aquellos que huyen de la guerra y de la miseria.
Hoy el estado ha sido localista y tétrico. Pero había que dar una de cal y otra de
arena, pero prefiero la cal: ¡Viva el vino!
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