Después
de varias monsergas pecando de palabras por aquello de poner en un brete -aparato de tortura para redimir
penas- a quienes deberían haber llegado a acuerdo y no lo hicieron; estos días
me he dedicado a hacer propósito de enmienda por todas aquellas ofensas salidas
de mi teclado, ya que de pensamiento hace algún tiempo que no peco, eso sin
decir nada de los lascivos de los que ni me acuerdo. Como con una confesión
sola no tenía bastante he decidido hacer ejercicios espirituales. Sí, no os
extrañéis, aunque han sido un poco particulares, lo de los ejercicios
espirituales viene porque me he dedicado a alimentar el espíritu con cuestiones
terrenales. Me explico.
Un día
de estos me acerqué a escuchar un concierto de clarinete y piano que organizaba
la Asociación Musical Cacereña; se podrá estar más cerca del cielo, no lo dudo,
pero desde luego, allí se estaba como en la gloria. El pianista que, en
principio, estaba en programa por alguna cuestión particular no pudo asistir;
el clarinetista, Víctor Díaz Guerra, joven de 19 años es una fusión de un piornalego
y una profesora de música cacereña, ¡la mezcla explosiva! Quien lo conoció
siendo un niño introvertido, que se escondía cuando veía una cámara de fotos en
aquellos años en los que este pendolista se dedicaba a plasmar en negativo
fiestas populares, y ahora no solo disfruta de los sonidos de su clarinete,
fuera de lo normal, sino que además aprecia el saber estar de Víctor en el
escenario, hasta me enorgullezco de tener amigos que hayan hecho que sus hijos
nos transporten a lo más etéreo.
Otro
día por aquello de poner los pies en la tierra, me he acercado al Ateneo de
Cáceres a una conferencia con el sugerente título de “Cáceres Verde”. El
conferenciante, Chema Corrales, biólogo y profesor de la Facultad del
Profesorado; pero que currículo aparte, su verdadera pasión son los anímales y
las plantas, con estos elementos os podéis imaginar la sapiencia que acumula y
lo amena y didáctica que fueron aquellas casi dos horas de información y charla
posterior.
Se
quejaba y con razón, yo también lo hago cuando puedo, de la situación de falta
de zonas verdes en la que se encuentra esta nuestra ciudad dormida, la
devastación forestal que se ha producido, no solo en los últimos tiempos, en
Cáceres y sus alrededores. Durante una parte de la historia por aquello de
tener que surtir al gremio de los caleros de la materia prima suficiente para
atizar los hornos de la cal. En los tiempos más recientes por la mala política
arbórea y forestal que los regidores locales han infringido, fundamentalmente
al casco urbano, en beneficio del asfalto, el cemento y las calles peatonales
para la colocación de terrazas y farolillos verbeneros. Una pena ver una
fotografía aérea del término municipal más grande de España; solo lo que ahora
se conoce como “Paseo de Cánovas”, otrora “Paseo de San Juan del Puerto”, algún
pequeño reducto de color verde y alguna que otra palmera en patios privados es
lo que da color al pardo de construcciones y eriales.
¡No me
digáis que no están mis pecados redimidos! Lo de la enmienda no sé si lo
conseguiré, a la vista de los motivos que dan algunos para que me vuelva a
“pinchar” el mismo Lucifer y saque los pies del tiesto; y es que si uno lee
como se está gestionando lo que llaman “crisis de los refugiados” –pero qué
manía de querer llamar “crisis” a lo que es una mala gestión de los Derechos
Humanos-. Resulta que tenemos refugiados que huyen de las guerras, otros que se
arriesgan a “embarcarse” en eso que llaman pateras con el objetivo de mejorar
sus mínimos vitales, los hay que hacen el rodillo sobre lo que denominan
dulcemente concertinas para ser repatriados en cuanto son apresados; y mientras
tanto lo que leo en titular de prensa: “España acogerá a 200 refugiados entre mayo
y junio; la UE, lejos de su objetivo de albergar a 160.000”.
Otro de
los días que tuve que ponerme el cilicio para no pecar de obra ha sido cuando
he leído que “La mayoría conservadora de la Sala de lo
Militar del Tribunal Supremo ha dictado una sentencia que vacía
de contenido el derecho a manifestarse de los alrededor de 74.000 guardias
civiles que hay en España. (…) Le han impuesto 15 días de empleo y sueldo a un
miembro de la Asociación
Unificada de Guardias Civiles (AUGC), por promover una manifestación
“en contra de los recortes “ y en favor “de la seguridad pública”. ¿¡Cabe
mayor desfachatez en los tiempos en que vivimos?, ¿alguien puede estar en contra de esas reivindicaciones!?
No
porque el ámbito sea internacional o nacional tiene más enjundia que si el
asunto es local o regional. El último estudio del Consejo de la Juventud de
Extremadura (CJEx) nos revela que 1 de cada 2 jóvenes en la Región sufre riesgo
de pobreza y/o exclusión social; que entre 2005 a 2015 más de 5.700 jóvenes han
abandonado la Región; que sólo el 17 % de la población de Extremadura es
considerada joven; todas las localidades tienen saldo migratorio negativo,
siendo en la provincia de Cáceres casi 10 veces mayor que en la de Badajoz
(4.213 frente a 489 en la última década)… El estudio es alarmante.
En el
ámbito local también hay motivo para pecar. Comparto con mi amigo “el
impertinente”, hortelano de devoción, que en nuestra aldea el paro llega al 40
% de la población, esto sí que me duele, yo que siempre defendía que es mejor
ser cabeza de ratón que cola de león, en este caso me duele una enormidad lo de
ser cabeza.
Al
final de esta mi perorata he vuelto a pecar, "es que soy mu desincorregibli"; tendré que hacer como San Antón
Abad e irme una temporada de eremita.
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