…este
cuento se ha acabado”. Como todos conocéis este es uno de los finales clásico
que se utiliza para finalizar los cuentos populares. Pero ni Charles Perrault, el
mismísimo Christian Andersen y llegado el caso, ni los hermanos Grimm hubieran
sido capaz de escribir un cuento que siendo tan corto se nos haya hecho tan
largo.
Aquello
que empezó siendo un cuento de Navidad, se nos ha convertido en una historia de
intriga y suspense de aquellas que se contaban a la luz de candiles en tiempo
de invierno y al calor de una humeante chimenea; aquellos cuentos que los
mayores solían añadirle algo de su cosecha con tal de hacerlos más reales, e
incluso llegado el caso si el narrador era perspicaz ponía los nombres de los
escuchantes a los protagonistas de la fábula correspondiente.
En esta
ocasión este paso nos lo hemos ahorrado, los protagonistas ya nos venían en la
primera entrega, así que solo nos restaba buscar el cuento apropiado para cada
personaje.
El
primer protagonista que finalmente no fue por aquello del inmovilismo, le
podríamos colocar como intérprete de “El hombre de las nieves”, cuento que
saliera de la pluma de Alejandro Dumas, y refleja perfectamente a un hombre de
hielo, cual muñeco de nieves, en este caso con sus luengas y canosas barbas que
reflejaban la inanición que la nieve ejerce en todo aquello que cubre.
Que
hubiera sido de los personajes de ficción si los hermanos Grimm no nos hubieran
obsequiado con aquel “Sastrecillo valiente” que luchando contra todos los
gigantes y que quería en todo agradecer a su Rey, el sastrecillo valiente al
final consigue su objetivo, en este caso el sastre, que es de nombre Pedro, perdió
en todos los embates a los que se presentó y tuvo que devolver al Rey el
preciado poder que intentaba conseguir para ser puesto de nuevo en mano del
destino.
Quien
realmente ha animado estas jornadas de cuentacuentos ha sido otro personaje de
estos hermanos Grimm tan prolijos en narraciones, el personaje, aquel que habiendo
escuchado al pueblo, entendió que debía de coger su flauta y llevarse a los
ratones lejos de sus dominios, si bien es cierto que la melodía que salía de la
flauta de este Hamelín en esta ocasión no consiguió llevarse ni a los ratones
ni atraer a los niños para encerarlos en su cueva, y mira que el niño cojo
intentaba suavizar la música, pero el flautista se había aprendido una sola
canción; últimamente ha cambiado de melodía a ver si es capaz de atraer a los
ratones unidos.
Otro
personaje que también nos ha dado alguna que otra jornada interesante, y eso
que el tamaño no era el más apropiado, ha sido aquel que escribiera en su
origen Charles Perrault, y que bajo el nombre de Pulgarcito siempre intentaba
conseguir lo mejor para sus padres, lo que no escatimó esfuerzos, si bien es
cierto que en este caso al contrario del personaje del cuento, al final nuestro
protagonista tuvo que volver a casa de sus progenitores, después de haber visto
y recorrido mundo, sin conseguir el hacerse rico, eso sí, fue feliz hasta el
final.
Y como
no hay mejor cuento que aquel que tiene un buen final, en este caso no voy a
terminar con el consabido “colorín colorado”, lo haré con otra coda propia de
este género literario: “comieron perdices, fueron felices y a nosotros nos
dieron con los huesos en las narices”.
Os doy
permiso para cambiar lo de los huesos y la parte anatómica en la que nos
dieron.
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