Mil
veces utilizado este verso en distintos campos y artes; desde aquel poema de
Blas de Otero bajo el título de “En el principio”, pasando por el grupo de
música folk “Aguaviva” o aquel concierto memorable de Paco Ibáñez, atreviéndose
a declamarlos en francés por aquello de estar en el Olympia.
La
palabra siempre debiera ser el bálsamo de Fierabrás, pero hay quien prefiere el
“postureo” y el ser teatrero –entendiendo este término en su acepción más
coloquial, como aquello que es una actuación exagerada y desproporcionada-
antes que darle el verdadero sentido, o por lo menos lo que yo entiendo, sobre
lo que encierran en sí esas cuatro palabras.
Esto me
viene a cuento por aquella mi última perorata, en la que haciendo un símil con
el teatro intentaba endulzar un poco el esperpéntico espectáculo que nos
brindaron sus señorías, no me extraña que los leones le estén dando su parte menos
noble, aquí pueden ustedes poner el “palabro” que quieran: “pompi”, “culamen”,
“trasero” e incluso para los más avezados en los instrumentos de música popular,
“pandero”, en definitiva “el culo”, no es para menos. Dejo aquello que nos
preocupó en su momento, que no quiere decir que no nos vaya a ocupar más en el
tiempo para dedicar esta mi monserga a lo que es el meollo de la cuestión: “la
palabra”.
A mí
que no me importa hacer ostentación de mis amistades y disfrutes gastronómicos,
os cuento el último.
En esta
ocasión la familia anfitriona haciendo gala de su relación con Castilla La
Mancha, nos ha obsequiado con unas gachas, muchos os preguntaréis ¿y eso qué
es? Pues ahí de momento os queda esa nueva palabra. Las gachas, en este caso,
es una especie de crema que se realiza con harina de almorta a la cual se le
añade algún que otro tropezón, aquí os dejo libre vuestra imaginación, esto lo
uno con lo de la palabra porque en el tiempo que tardamos en la preparación,
más el deguste, la sobremesa y la despedida, allá cuando los gatos maúllan,
salía, como no, el tema de estos últimos tiempos, el de la orfandad gubernativa,
y todo lo que aquellos tienen que hablar y no lo hacen, nosotros nos pusimos
manos a la obra, tampoco solucionamos nada, pero por usar la palabra no quedó,
ronco sigo todavía.
Al día
siguiente por aquello de darle un respiro a los intestinos me forcé en la
lectura de un libro de mi admirado Alex Grijelmo, “Palabras de doble filo”, para
mí uno de los que más y mejor utiliza la palabra, y ya no solo como verborrea, ¡no!,
la usa con un academicismo de envidia; de mi lectura, con su permiso, os voy a
imbuir algunos retazos.
Algo
que se utiliza mucho últimamente, por aquello de querer dar justificación, son
los “participios” o “adjetivos verbales”; él baraja que existen ciertas
palabras que están dentro del Diccionario, como “ilusionante” o “escuchante”, por
lo que están bien dichas; pero del mismo modo existen otras que no están en el
Diccionario, como: “cabreante” o “ilusionante”, pero sí en la gramática, ya que
provienen de cabrear o ilusionar. Conclusión, el Diccionario es algo que recoge
lo que ciertos señores deciden, la Gramática es algo más vivo y que está más en
consonancia con los tiempos y las personas.
Siguiendo
con esta tesis, comenta que el Diccionario está cerrado a vocablos como
“estaribel” cuando se refiere a algo montado provisionalmente para luego ser
desmontado, decir “se armó un pifostio” todos lo entendemos, pero no busquen “pifostio”
en la RAE porque no aparece; como tampoco están: “trantrán” cuando se juega al
mus, “bocachancla” para definir a alguien charlatán, “cotolengo” para referirse
a un asilo e incluso lo de “ojiplático” y “rompesuelas” cuando nos queremos
referir a que nos hemos asombrado y somos amante del senderismo.
Hace
Grijelmo un apartado para lo que llamamos anglicismos, y defiende que no debe
ser un mal para el idioma cuando, por ejemplo, el Diccionario nativo se
enriquece con términos que se transforman haciéndose propios, ejemplo lo pone
con el vocablo “fútbol” castellanizado que proviene de “football”, aunque con
algunas diferencias; en España es palabra llana –“fútbol”- y en la América
castellanohablante es aguda, “futbol”. Aquí me surge una curiosidad, el término
“balompié” compuesto por dos palabras puramente castellanas, sigue apareciendo
en clubs de fútbol con cierta raigambre inglesa, ejemplo es el “Club Riotinto Balompié”,
que dicen fue el origen del deporte llamado rey en esta nuestra piel de toro
traídos por aquellos ingleses que explotaban la mina, ¿será reminiscencia del
latín de los romanos?
Del primigenio
término fútbol que adaptamos en el Diccionario, se ha incrementado la familia,
apareciendo “futbolista”, “futbolero” e incluso “futbolín” como juego de mesa.
Claro
que también hay quien puede ver en los anglicismos un deterioro o pérdida de
los términos naturales; en este caso, y en los últimos tiempos con el
incremento de vocablos informáticos y de redes sociales, cierto es que algunos
de los oriundos han pasado a un segundo plano; ejemplos tenemos muchos, el usar
“friki” ha hecho caer en el olvido “chiflado” o “extravagante”, el uso de
“password” está dando al traste con “contraseña” o “clave”, “coach” está
sobreponiéndose a “profesor”, “tutor”, “formador” –y este caso sí que me duele,
porque las nuestras son, aparte de más bonita más instructivas-.
Voy a
ir terminando con algo que en redes en muy utilizado; se ha españolizado
“banear” que podría venir del término inglés “banns” (amonestar, prohibir),
pero en este caso yo me voy a tirar por la tremenda y me voy a buscar la raíz
“bandido”, y de ahí haciendo elucubraciones me paso a “contrabando” y
“contrabandista”, que todo esto tiene cierta relación con el vivir cuasi fuera
de la Ley, por esta razón yo prefiero terminar como empecé, con el buen uso de
la palabra y sin que mi intención sea el que me “banneen” para no tener que estar
fuera de la Ley.
Conclusión
final, que siempre me quede la palabra, esté recogida o no en el Diccionario,
ellos que las recojan y el pueblo que haga Gramática.
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