Y como
cada año por estas fechas, todos y cada uno de nosotros nos prometemos cambios
que luego la mayoría de ellos parecen que caen en el saco de Santa Claus, o sea en “saco roto”.
Uno
empieza allá por mediado de diciembre haciendo examen de conciencia y
proponiéndose escuchar, este año sí, el mensaje de SS.MM., pero resulta que a la hora que lo emiten el que más y el que
menos está con los preparativos de los entrantes, ¡claro como a Él se lo dan
hecho…! Los entrantes son ese batiburrillo de cosas, entre las que no pueden
faltar los de cabeza gorda y largos mostachos, a mí especialmente no es que me
entren mucho, pero…, es el riesgo que se corre cuando el susodicho se desplaza
a casa ajena por aquello de calor familiar; a estos hay que añadir las
múltiples y variadas “tartaletas”, los mousses y “canapieses” regado con la
consabida cerveza. Cuando llega el plato fuerte, nuestra costumbre es que la
cena de Nochebuena sea algún pescado, podría empezar el primer dilema si es que
yo tuviera cuñado, como no es el caso, el vino lo elijo yo con permiso de mi
hijo, que en este caso hace de cuñado, otro tópico, si es pescado, blanco y si
es carne, tinto; ¡pues vaya tontería! Hace un tiempo todo el mundo sabía de
vinos, últimamente la frase usada es “¡yo de vinos no entiendo, solo sé cuál es
el que me gusta!”, -topicazo-.
Mesa de Navidad
Comer,
después de todo lo anterior, no se come mucho, ahora, eso sí, la mesa de punto
en blanco, o en rojo que parece el color más apropiado, con su correspondiente
mejor vajilla y cristalería, aunque esta ya va estando algo desconjuntada por
aquello de los muertos en combate.
El
consabido postre elaborado por las manos artesanas de la casa, la bandeja de
los productos típicos de la fecha y ahora es cuando el más “atrevido” se pone a
entonar el villancico de rigor con más “entusiasmo” que acierto. El
atrevimiento en estos casos no es por valentía, suele ser por los efluvios
enológicos. Mientras tanto, la caja de colores sigue su ritmo machacón casi
imperceptible. Y ahora a alguien se le ocurre decir: ¿alguien quiere una copa?
¡Qué pregunta! Turrón viene, mazapán va, trago viene, trago va; la hora la
ponen ustedes de cuando empiezan los cabezazos.
El Día de Navidad también tiene sus
tópicos típicos; la sopa de mariscos se acompaña con algo de carne al horno,
primero porque es más limpio y además más sano y tiene menos grasa la comida,
¡total como ya no llevamos nada para el cuerpo…! Previamente se han puesto
sobre el tapete los “rejadios” del día anterior, eso sí, la ensalada de lo que
sea también, más que otra cosa por darle algo de color a la mesa. Cochinillo,
pavo, frite de cordero, pierna de cabrito al horno… y por supuesto, vino tinto
que pega con la carne, y yo sin cuñado para discutir. Mas postre y dulces
navideños, café para el sopor y copa, en este caso corta, aguardientes, cremas
variadas y los más atrevidos algún brandy o coñac llegado el caso. A las seis
de la tarde cada cual a su casa con el hígado en plena labor destilatoria y a
buscar el paracetamol para cualquier cosa que duela. Más tópicos no caben.
Cuando
uno tiene dos hijos, como es el caso, hay que compartir; y a la semana
siguiente repetimos jugada; no se dan cuenta que uno ya está para sopitas y
buen y poco vino, pero hay que hacerse el machote y ¡allá que vamos!
Las viandas
y caldos no lo voy a enumerar por no repetir, alguna variación sin importancia
en la materia prima y la elaboración, pero nada destacable. La Nochevieja también tiene su momento
televisivo, en este caso “las uvas”; “¡que conste que yo siempre me las termino
a tiempo!” Lo mejor de este momento es saber elegir la cadena televisiva por
dónde ver el momento culmen de cambio de año, ello acarrea la explicación de
los sonidos del carillón con sus cuartos y sus doce campanadas, nadie, por lo
menos en mi familia todavía lo tiene claro, yo por si acaso empiezo antes. Lo
de los presentadores también tiene su tipismo; aparecen las capas españolas,
“las mamas chichos” en lencería colorista, algún consabido presentador, poco o
ningún cambio. Terminan las campanadas y ¡pum! ¡paf! El tapón de la botella de
cava, otro globo de la lámpara del salón menos. ¡Alegría! que es Nochevieja. Y este es el mayor de los
tópicos típicos; se le llama noche vieja cuando debería ser nueva, porque a las
doce ya es año Nuevo, pues no. Se llama así por los programas de la TV. Todas
las cadenas sacan lo mejor de cada casa; visto un año, visto todos; bueno este
año, como todos yo no controlo lo del mando, y me han puesto una cadena en la
que en un momento había un señor con una gorra, hijo de famosa, que decía mi
nieta que era rap lo que hacía, no tengo nada en contra de esa especialidad
musical, pero vamos ¡valiente alegría tenía en el cuerpo el mozalbete!
Reloj de la Puerta del Sol
Lo bueno
que tiene el cava es que además de dejarte libre de gases, Morfeo se adueña de la situación rápido y a las tres de la
madrugada entre las burbujas del “depalierre” y el cambio continuo de canal, me
mandan al tálamo. Pocos cambios en los últimos tiempos ¡que recuerdo de cuando
uno se comía los churros a las ocho!
El primer
día del año obligatorio escuchar el concierto de los Strauss con sus polcas y
sus valses, otro tópico. Y a continuación repetición de la jugada, en este caso
ya con moviola por aquello de las energías, tanto físicas como culinarias.
Los días
siguientes son un sin vivir, que si los regalos del amigo invisible, que si los
Reyes, algún cumpleaños por añadidura; ahora quien se resiente no es el físico,
es el bolsillo, pero tópicos obligan. Lo reconozco, a mí de estas fechas la
noche de Reyes me sigue ilusionando, antes por la ilusión de lo pedido, que casi
nunca coincidía con lo traído, ahora porque hago esperar y me gusta ver las
caras de sorpresa de los demás.
Como
estoy en ese momento lo dejo, el año que venga como tenga que venir, pero la
ilusión de cada 6 de enero no la perdáis nunca, seguro que si habéis sido
buenos algo os echarán los Magos de
Oriente, aunque últimamente por aquella zona del mundo -los Orientes- no
hay ni muchos magos ni muchas ilusiones, más bien todo lo contrario.
¡Sed
buenos!
Y como
cada año por estas fechas, todos y cada uno de nosotros nos prometemos cambios
que luego la mayoría de ellos parecen que caen en el saco de Santa Claus, o sea en “saco roto”.
Uno
empieza allá por mediado de diciembre haciendo examen de conciencia y
proponiéndose escuchar, este año sí, el mensaje de SS.MM., pero resulta que a la hora que lo emiten el que más y el que
menos está con los preparativos de los entrantes, ¡claro como a Él se lo dan
hecho…! Los entrantes son ese batiburrillo de cosas, entre las que no pueden
faltar los de cabeza gorda y largos mostachos, a mí especialmente no es que me
entren mucho, pero…, es el riesgo que se corre cuando el susodicho se desplaza
a casa ajena por aquello de calor familiar; a estos hay que añadir las
múltiples y variadas “tartaletas”, los mousses y “canapieses” regado con la
consabida cerveza. Cuando llega el plato fuerte, nuestra costumbre es que la
cena de Nochebuena sea algún pescado, podría empezar el primer dilema si es que
yo tuviera cuñado, como no es el caso, el vino lo elijo yo con permiso de mi
hijo, que en este caso hace de cuñado, otro tópico, si es pescado, blanco y si
es carne, tinto; ¡pues vaya tontería! Hace un tiempo todo el mundo sabía de
vinos, últimamente la frase usada es “¡yo de vinos no entiendo, solo sé cuál es
el que me gusta!”, -topicazo-.
Mesa de Navidad |
Comer,
después de todo lo anterior, no se come mucho, ahora, eso sí, la mesa de punto
en blanco, o en rojo que parece el color más apropiado, con su correspondiente
mejor vajilla y cristalería, aunque esta ya va estando algo desconjuntada por
aquello de los muertos en combate.
El
consabido postre elaborado por las manos artesanas de la casa, la bandeja de
los productos típicos de la fecha y ahora es cuando el más “atrevido” se pone a
entonar el villancico de rigor con más “entusiasmo” que acierto. El
atrevimiento en estos casos no es por valentía, suele ser por los efluvios
enológicos. Mientras tanto, la caja de colores sigue su ritmo machacón casi
imperceptible. Y ahora a alguien se le ocurre decir: ¿alguien quiere una copa?
¡Qué pregunta! Turrón viene, mazapán va, trago viene, trago va; la hora la
ponen ustedes de cuando empiezan los cabezazos.
El Día de Navidad también tiene sus
tópicos típicos; la sopa de mariscos se acompaña con algo de carne al horno,
primero porque es más limpio y además más sano y tiene menos grasa la comida,
¡total como ya no llevamos nada para el cuerpo…! Previamente se han puesto
sobre el tapete los “rejadios” del día anterior, eso sí, la ensalada de lo que
sea también, más que otra cosa por darle algo de color a la mesa. Cochinillo,
pavo, frite de cordero, pierna de cabrito al horno… y por supuesto, vino tinto
que pega con la carne, y yo sin cuñado para discutir. Mas postre y dulces
navideños, café para el sopor y copa, en este caso corta, aguardientes, cremas
variadas y los más atrevidos algún brandy o coñac llegado el caso. A las seis
de la tarde cada cual a su casa con el hígado en plena labor destilatoria y a
buscar el paracetamol para cualquier cosa que duela. Más tópicos no caben.
Cuando
uno tiene dos hijos, como es el caso, hay que compartir; y a la semana
siguiente repetimos jugada; no se dan cuenta que uno ya está para sopitas y
buen y poco vino, pero hay que hacerse el machote y ¡allá que vamos!
Las viandas
y caldos no lo voy a enumerar por no repetir, alguna variación sin importancia
en la materia prima y la elaboración, pero nada destacable. La Nochevieja también tiene su momento
televisivo, en este caso “las uvas”; “¡que conste que yo siempre me las termino
a tiempo!” Lo mejor de este momento es saber elegir la cadena televisiva por
dónde ver el momento culmen de cambio de año, ello acarrea la explicación de
los sonidos del carillón con sus cuartos y sus doce campanadas, nadie, por lo
menos en mi familia todavía lo tiene claro, yo por si acaso empiezo antes. Lo
de los presentadores también tiene su tipismo; aparecen las capas españolas,
“las mamas chichos” en lencería colorista, algún consabido presentador, poco o
ningún cambio. Terminan las campanadas y ¡pum! ¡paf! El tapón de la botella de
cava, otro globo de la lámpara del salón menos. ¡Alegría! que es Nochevieja. Y este es el mayor de los
tópicos típicos; se le llama noche vieja cuando debería ser nueva, porque a las
doce ya es año Nuevo, pues no. Se llama así por los programas de la TV. Todas
las cadenas sacan lo mejor de cada casa; visto un año, visto todos; bueno este
año, como todos yo no controlo lo del mando, y me han puesto una cadena en la
que en un momento había un señor con una gorra, hijo de famosa, que decía mi
nieta que era rap lo que hacía, no tengo nada en contra de esa especialidad
musical, pero vamos ¡valiente alegría tenía en el cuerpo el mozalbete!
Reloj de la Puerta del Sol |
Lo bueno
que tiene el cava es que además de dejarte libre de gases, Morfeo se adueña de la situación rápido y a las tres de la
madrugada entre las burbujas del “depalierre” y el cambio continuo de canal, me
mandan al tálamo. Pocos cambios en los últimos tiempos ¡que recuerdo de cuando
uno se comía los churros a las ocho!
El primer
día del año obligatorio escuchar el concierto de los Strauss con sus polcas y
sus valses, otro tópico. Y a continuación repetición de la jugada, en este caso
ya con moviola por aquello de las energías, tanto físicas como culinarias.
Los días
siguientes son un sin vivir, que si los regalos del amigo invisible, que si los
Reyes, algún cumpleaños por añadidura; ahora quien se resiente no es el físico,
es el bolsillo, pero tópicos obligan. Lo reconozco, a mí de estas fechas la
noche de Reyes me sigue ilusionando, antes por la ilusión de lo pedido, que casi
nunca coincidía con lo traído, ahora porque hago esperar y me gusta ver las
caras de sorpresa de los demás.
Como
estoy en ese momento lo dejo, el año que venga como tenga que venir, pero la
ilusión de cada 6 de enero no la perdáis nunca, seguro que si habéis sido
buenos algo os echarán los Magos de
Oriente, aunque últimamente por aquella zona del mundo -los Orientes- no
hay ni muchos magos ni muchas ilusiones, más bien todo lo contrario.
¡Sed
buenos!
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