Como
iba yo a dejar pasar la ocasión de decir alguna cosa sobre el istmo o canal de
Panamá, lo que no tengo claro es que mi intención sea aviesa, más bien me
gustaría que se entendiera como una recordanza de estos patriotas de hoy en
día, o también conocidos como patriotas de pacotillas con relación a aquellos
nuestros paisanos que fueron los primeros en pisar aquellas tierras, en
aquellos momentos inhóspitas. A ver si lo consigo. Cuando por aquellos entonces
todos querían conocer mundo para ser explotados por sus correspondientes
coronas, tenían entre sus problemas la resolución de llegar de esta parte que
se conocía como Indias, a la otra, que no tenían ni idea que había. La solución
de la época era buscar lugares para salvar el Nuevo Continente. Todo ello con
la intención de ahorrar tiempo y dinero, ya nos estamos metiendo en lío.
Es allá
por el 15 de agosto de 1914, cuando se consigue acortar
el tiempo, la distancia y la comunicación marítima
con la inauguración de la faraónica obra del conocido como Canal de Panamá. El
objetivo era dinamizar el intercambio comercial y económico al proporcionar una
vía de tránsito corta y relativamente barata entre los dos océanos,
influyendo decisivamente en los patrones del comercio mundial, impulsando
el crecimiento económico de los países desarrollados y en vías de desarrollo, además
de proporcionar el impulso básico para la expansión económica de muchas
regiones remotas del mundo y bla, bla, bla…
Por eso
digo yo antes que no me parece a mí que estos “señores” de hoy en día tengan
una mala intención de ocultar al fisco alguna que otra “perra gorda” que le
sobre, o crear redes, precisamente no para pescar, sino para esquilmar; no,
simplemente que se basan en la facilidad que le dan aquellas tierras para hacer
un uso para las que fueron organizadas, el ahorro en tiempo y sobre todo en
dinero.
Eso sí,
lo mismo que en épocas pretéritas para ir a la conquista de lo desconocido era
preciso el plácet y ayuda de los estamentos oficiales, aquí pueden ustedes leer
“la Corona”, en la actualidad esta sí que es una similitud casi directa.
Buena
pena me da a mi no haber podido hacer algún viaje a esos territorios para crear
un par de empresas, no con ánimo de lucro, yo no sería capaz, solamente por
aquello de ayudar a países en vía de desarrollo a su progreso, y si de paso me
ahorro unos céntimos de euros pues tan feliz como una perdiz.
No voy
a cansaros más con este asunto por aquello de que todo el mundo ya lo conoce y
tenemos una idea clara y diáfana, otra cuestión es que algunos tengan que
defender lo indefendible, incluso habiendo alguno más que otro que deberían
haber salido a justificar, siguen mirando o estando en Babia.
Ahora
bien, lo de estar en Babia, y yo no sé nada y pasaba por ahí, es de las cosas
que yo particularmente entiendo que no debería ser perdonado políticamente;
muchos de los delitos que se pueden cometer en función de ser cargos públicos,
una vez convicto y confesos deben ser castigado con todo el peso de la Ley;
luego está eso que se llama amnistía para amiguetes y que el que más y quien
menos se acoge a ella; pero lo de mentir políticamente, al no ser un delito
fragante y que puede darse al libre albedrío, al segundo siguiente de ser
cogido el cojo, o sea el mentiroso, debería ser apartado de todo cargo y
responsabilidad pública. ¡He dicho!
Otro
si:
Como ya
he tocado varios palos con el asunto de que si Gobierno, sí, Gobierno no,
negociación sí, negociación no; solo después de haber hecho un símil con una
alternativa torera, otro con una obra de teatro; ahora tocaría una de fútbol,
pues no señores, voy a ver si como ahora parece que están concentrados
preparando el próximo envite, los voy a dejar para no “espacientarlos”.
Lo que
sí diré que nunca los navajeros de Albacete han tenido tanto material preparado
para darle uso a su fabricación, pero como diría una amiga mía, “puñaladas
traperas”, en todo y en cada uno de los campos abiertos, incluso algún abrazo
de Vergara podemos ver en los próximos días.
Yo, y
otros muchos, seguimos esperando a que sean capaces de no volver a ponernos en
la necesidad de elegir a nuestros elegibles.
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